En el principio era el Verbo (L'arrivée d'un train à La Ciotat, Louis & Auguste Lumière 1896)

07.03.2025

En el principio era el Verbo y el Verbo era en Dios, y el Verbo era Dios...


Después viajamos en un cohete espacial que se incrustó en el ojo de la luna, nuestra realidad se distorsionó cuando cruzamos el umbral del gabinete del diabólico doctor Caligari, estábamos tan hambrientos que comimos sin dudar una bota en los yermos de Alaska, las bayonetas de la autocracia zarista apuñalaron a nuestros hijos en la ensangrentada escalinata de Odessa, mezclamos nuestras lágrimas con las de la Doncella de Orleans al ser heridos por el humo de su pasión, caímos de lo alto del Empire State Building al descubrir que el amor hace más daño que las balas, un cantarín pescador portugués llamado Manuel nos rescató de las olas y de las profundidades, a Dios pusimos por testigo que jamás volveríamos a pasar hambre, volvimos a Manderley empujados por las alas del sueño, recordamos a Rosebud mientras agonizábamos entre las lujosas sábanas de seda de Xanadu, cantamos la Marsellesa en el Rick's, brindamos por George Bailey, corrimos junto a Orson Welles por las cloacas de Viena, la felicidad nos transmutó al volver a pisar los verdes campos de Innisfree, como alcaldes suyos que éramos le dimos a Villar del Río la explicación que le debíamos, nos batimos en el barro junto a siete samurais, aprendimos junto a Apu el significado de la canción del camino, jugamos al ajedrez con la mismísima muerte, frente al pelotón de fusilamiento descubrimos que el patriotismo es el último refugio de los canallas, conseguimos que Kim Novak volviera de entre los muertos, subimos en ascensor con Shirley McLaine, echamos una mano al tute con Viridiana, apuramos un JTS Brown con Eddie Felson "El rápido", olvidamos nuestros juramentos en los imposibles pasillos de Marienbad, HAL 9000 nos cantó una canción infantil al sentir como se iba entregando al olvido, besamos a Fredo Corleone con el beso de la muerte, remontamos un río para encontrar al coronel Walter E. Kurtz., pasamos mucho miedo en los pasillos de la nave comercial Nostromo, susurramos "Fidelio" para introducirnos en los secretos de la noche, nos sentamos junto a Diane Selwyn en una de las butacas del Club Silencio y contemplamos como amanecía en las calles de Tokyo desde las lujosas y solitarias ventanas del Park Hyatt.

Sí, vivimos muchas vidas y gracias a los Lumiere...

Todo eso no se irá con nosotros como lágrimas en la lluvia.

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